Muchas veces nos quedamos en medio de un sin nada. Como
cuando no terminas de hacer algo y te queda esa sensación. De estar en lo
correcto o en lo equivocado. Pero es tan fina esa berrera invisible, que muchas
veces hacemos lo correcto y tenemos la sensación de lo contrario. Recriminamos
cosas absurdas, vemos cosas que al rato, pensamos lo contrario. Y depende de cómo
nos pille el cuerpo, está bien o está mal. Las personas queridas, nos hacen
daño sin pensar que lo hacen, yo el primero. Te quitan ilusiones, te dejan
desnudos psicológicamente sin pensar por un momento el daño que le infringes a
la otra persona. Tanto trabajo cuesta pensar en las consecuencias de nuestros
actos y palabras. Muchas ocasiones me dicen que estoy callado, pero es mejor
callar y pensar diez veces, lo que vas a decir, que soltarlo y arrepentirte. Es
como si un albañil está cavando diez horas y le recriminas que esta
sudando. Y nos gusta comparar lo que
hacemos. A ver si el otro a echo algo peor. Cuando confías en que todo está
bien, cuando piensas que haces lo correcto, cuando estas más confiado, es
cuando más duelen las cosas. La confianza es primordial en la vida. Yo soy el
primero que he actuado mal, pero siempre sin maldad. El problema está cuando
con maldad, te hacen cosas pequeñas, que no se noten. Así parecen menos malas.
Pero siempre el fondo son las que te jode. Es mejor no contar cosas por no
hacer sufrir, que decir pequeñas cosas por hacer daño. Todos llevamos nuestro
calvario por dentro y todos quieren que se los cuente para ayudarte. Pero nadie
cuenta el suyo. Y se enfadan por no saberlos. Es absurdo, pero es que somos así
de absurdos la raza humana. Y luego tenemos la palabra mágica “PERDON”. Todo
arreglado, ya te pedí perdón. A tomar por culo, ya está todo bien. Esa expresión
de, ya no sé qué hacer “TE PEDI PERDON”. Eso tendría que estar en la ley para
sentencias. Esta persona pidió perdón, que más da que haya matado a tu hijo o
que te haya hundido. Y mañana lo hace de nuevo, pero te dice la palabra mágica
y así esta perdonado. Uno se cansa de todas estas cosas, pero las va
acumulando. Todos somos dueños de nuestras palabras y responsables de nuestros
actos. Se puede andar con una pistola cargada, se
puede andar con una pistola descargada; pero no se puede andar con una pistola
que no se sabe si está cargada o descargada. En eso consiste la
ignorancia de nuestros actos y las consecuencias.


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