A veces uno no
sabe ni que escribir. Solo siente la necesidad de expresar sus sentimientos.
Desde dentro, que no se sabe, que no se siente. Pero tiene ganas de hablar, de
expresarse con nadie.
Qué extraño
poder, le dieron al amor. ¿Qué poder? Si las necesidades de cada uno las tiene,
por algo. Y ya las sentía. ¿Qué extraño poder tenía el ego? ¿Qué extraño poder
le dieron al remordimiento? Siendo dos sentimientos tan opuestos.
El amor, el odio.
Siendo el mismo, se oponen entre ellos.
Es muy simple.
Nosotros los oponemos. Mezclamos los sentimientos, para buscar lo opuesto. En
el interior de cada uno, hay un ser diferente. El que quiere ser, pero no puede
ser. Donde el amor y el odio, se mezclan. Donde el respeto y el desprecio, van
de la mano. Pero es donde encontré el sentido de la vida. Para que se atraigan,
tiene que haber dos polos opuestos.
La vida, no tiene reseteo. Los actos quedan, las palabras se olvidan. Los hechos son como son. Las palabras se interpretan. Y los sentimientos son como una veleta. Por eso, somos seres racionales. Y dependemos de sentimientos irracionales.
Y cuando ella es ella, yo ya, no soy el.
Qué más da, intentar ser él.
¿Qué más da, que ella ahora quiera ser sea ella?
Ni ella quería, ser ella.
Y yo, ya no quiero él.
Y era la vida. Un sentimiento que yo, ya no
entendía.
Porque llegaba al final de mis días.
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