domingo, 13 de febrero de 2022

Andar de puntillas, con la verdad

 



    Que simple y complicados somos. Celebramos por celebrar. Sin un fundamento verdadero. Queremos el poder, para sentirnos alguien. Queremos ser príncipes y no llegamos a villanos.

La estupidez de la sinrazón. Pero lo importante es, hacer creer que somos felices. Que somos buenos. Que tenemos derecho a ser felices, es un derecho divino. Qué bueno, que nos conformemos con eso. Así podemos justificar nuestra existencia. Qué bonito desear lo mejor a todos, aun no sintiéndolo. Olvidando que mueren más de siete mil niños, todos los días.  Y dar las gracias, a pesar de saber, que es por compromiso. Cuantas veces no hemos justificado, el hacer algo, ver alguien, porque son seres muy queridos. Y si les pasa algo, les llamamos por quedar bien. La moral esta echa de jirones sentimentales, eso sí, según nos convenga. Presumir de nuestros fallos, para quedar por encima de los demás. Idolatrar a estúpidos que tienen cargos, que se creen alguien. Esos de cunas ricas, que nacen con el pan debajo del brazo. Presumir de conocer a personas, que jamás hicieron nada por nadie. Pero en esta sociedad, vale más, quien más tiene. Y no quien menos necesita. Mientras otros trabajan, para ellos presuman de sus títulos “regalados”.

Pero la vida sigue, para poder presumir en las redes sociales. Aparentar lo que no hemos ganado, sino lo que nos regalaron. El mayor de los premios no se da, se gana. El respeto, el tiempo, el cariño, eso no se regala. Y es el mayor de los premios. Es el verdadero valor de la vida, y no se compra, ni se vende.

Alguien dijo que mi vida es aburrida y lleva razón. Pero es aburrida para mí, que soy quien la vivo desde que nací. Para otros es intensa, diferente, emocionante. Que puede opinar alguien, de tu vida. Que lo más emocionante que hace, es decidir de qué color se pone las uñas. O pensar cómo va a pintar el salón. Pero lo importante es juzgar y presumir que no juzgan.

He conocido políticos, narcos, millonarios, futbolistas, cantantes, todos famosos. Pero presumir de eso, me da vergüenza. ¿Qué mérito es ese? Mi merito son para las personas que quiero, mis hijos, mi madre. Esas personas que daría la vida por ellos, sin esperar nada a cambio. Esas personas sin títulos que se ganan el respeto, por ser quienes son. Yo no tengo muchos amigos, porque esa palabra es muy fuerte. Yo no he amado a todas mis parejas, porque la palabra amor, es algo más que cuatro letras. Y no se la regalo a cualquiera. Soy intransigente es posible. Soy ególatra, también es posible. Lo que es seguro, es que soy estúpido. Eso no me cabe duda. Y decir a mucha honra, sería más estúpido aún. Voy a contar una cosa estúpida. Las tarjetas de visita que me dan las empresas, termino tirándolas. No las entrego, por vergüenza. Pues me gusta que traten por quien soy, y no por lo que pone que soy.

Me gusta la gente autentica. La gente que te dicen las cosas como son, aunque no me guste. Y una de las cosas, que más me gusta, es que me odien por eso. Y lo que más satisfacción me da, es que me quieran por eso.

Confundir el amor, con el deseo. Las amistades con los conocidos. Y la multitud con la soledad.

Tendríamos que hacer un examen de conciencia, aunque algunos confundan la conciencia con el ego.

Hoy hace cinco años, que empecé mi ruta solitaria. Es curioso el dia del amor. La que yo me busque. Por traicionar a quien me amo, y a la que ame. Y la culpa fue solo mía, de nadie más. Y aprendí, la peor de las miserias. Hice daño a la persona que más amé. Que admiro y me dio lo mejor de su vida. Ya no pido perdón, pues no lo merezco. No pido que olvide, pues traicione, es verdad. Y verdad lo que no tiene es remedio. Y lo peor la decepción. Agradezco su apoyo, a pesar de todo.

 

Caminante, son tus huellas

el camino y nada más;

Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.

Al andar se hace el camino,

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino

sino estelas en la mar.


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