La vida son
un cumulo de obstáculos, que hay que superar. Nuestros pensamientos los
enfocamos en una parte de lo que nos rodea. Y muchas veces, no nos dejan mirar
alrededor. Perdemos el enfoque de muchas cosas importantes, cuando solo nos
preocupa solo una parte de ellos. Los cambios
de humor, los pensamientos positivos o negativos nos dan siempre una perspectiva
diferente de la vida. Buscando la felicidad, nos vamos derivando a una vida que
no es la normal. La normalidad nos da ese punto de concentración, que nos hace
falta para poder ampliar la visión de nuestro entorno. Las creencias
religiosas, la fe nos da una perspectiva equivocada. A una fe que no existe y
nos da una falsa moral. Donde vale todo, siempre y cuando vayas a misa o a
pedir perdón al dios de turno. Así nos hace sentir más tranquilos y nuestra
moral adoctrinada puede descansar tranquila. La conciencia se adultera en
nuestro beneficio y pensamos que lo nuestro está por encima de todo. Y el libro
de la moralidad lo escribimos según nuestros intereses. Enseñamos a nuestros
hijos, el libro de la moralidad que hemos escritos nosotros. En ocasiones les
enseñamos cosas realmente importantes, que no seguimos nosotros. Y escondemos
nuestra moral, de la conciencia. Podemos asimilar las enseñanzas que nos dan,
pero por desgracia en muchas ocasiones no hacemos caso de ellas. Nuestra conciencia
pura, solo puede existir desde la conciencia del alma. Y lo peor es que nuestra
conciencia, está en contra nuestra muchas veces. Vivir en contra de nuestra
moral, nos hace vivir de una forma intolerable.
El hablar, comunicarse, sentir, nos da el sentido del
entendimiento y de la razón. Cuando nos comunicamos nos complementamos. Cuando compartimos
nuestros sentimientos, nos da la confianza. Cuando compartimos nuestros
valores, nos da la moral.
A mí me pasa eso en ocasiones, pero se aprende y se intenta corregir.
Juzgamos la conciencia de los otros, sin mirar la nuestra. Somos mucho más
complicados que nuestra conciencia. La vanidad puede con todo, incluso con la
moral. Justificamos nuestros actos con cualquier excusa, dejando de lado nuestra
conciencia. “Y el primero yo”
Estás lacerando un
misterio,
que a veces lo
sientes
como un tormento.
Que te mueve y que te
llena,
que te pide y te
condena.
Amiga conciencia no
te escondas,
¡que no es tiempo de
pedir exigencias!
Tú eres tierna y
comprensiva,
eres aliada de
cualquier momento.
Eres el impulso,
ese que llevo dentro,
que se esconde en la
vida
cuando a veces yo
tanto siento.
Porque me aguanto sin
querer
cuando miro lo
injusto,
entonces no te quiero
tener.
Es cuando de mi
conciencia,
¡ hasta me asusto!
Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario