Hay momentos buenos
y momentos malos. Yo en mi caso, estoy pasando por los peores de mi vida. La soledad
que me inunda, que hace que me sienta nadie, esa soledad es amarga. Cuando no
sientes el apoyo de casi nadie, solo el de tus hijos y tu madre. Precisamente, dos de ellas están lejos y la cercana, está aún
más lejos, está en su adolescencia. Me hace pensar y sentirme más triste. Pero no
por mí, sino por ellos. En diferentes etapas, uno puede pensar, son unos egoístas,
son esto o lo otro. Pero cuando sufres miras el pasado y puedes ver, que tu sufrimiento es mil veces menos, que el de alguno de ellos, te das cuenta, de que egoísta he sido yo. Sobre todo
que mal hijo. Creo, que no he hecho nada bien en mi vida. Ahora al pensar por
lo que ha pasado mi madre, me avergüenzo. Me avergüenzo por no haber tenido
paciencia. Por no haber comprendido su forma de ser. Por no haber asimilado su egoísmo
e intentar comprenderlo. Como dice esa frase famosa, el que de verdad te
quiere, te quiere a pesar de conocerte. Yo aun conociendo a mi madre, no quise
comprenderla. Ahora viendo como me veía ella a mí puedo comprender muchas
cosas. Para ella yo era un triunfador. Con una familia propia que parecíamos felices.
Una familia con una buena casa, acomodada. Y siempre la hicimos ver, que ella
no era de la familia. Que era una persona que aun siendo de la familia la teníamos
apartada. La hacíamos ver sin querer, que la estábamos haciendo un favor, al
dejarla estar con nosotros. Pero la verdad, nunca la deje ser un miembro más de
la familia.
Las penurias por
las que ha pasado, son una losa para mi conciencia. Aun sin saberlas (o no queria verlas), me siento
culpable. No es mi hermano o mi exmujer, soy yo, porque lo consentí. Siempre me
lastimo este sentimiento de culpa, pero ahora me machaca. El amor verdadero, no
es el que se canta, no es que se presume, es el que se siente. El que se demuestra
sin que te lo pidan. Es muy gracioso escuchar hablar del amor, todo el mundo
enseña lo que es el amor. Pero realmente quien lo demuestra de una forma
desinteresada, ese es el amor. Quien hace las cosas para que se sepa. No al contrario tenemos
que contar de qué forma lo damos. Para que nos admiren por ello.
Que tristeza me
inunda al ver como soy de egoísta. Como siempre intentamos justificar nuestro egoísmo.
Ahora el pedir perdón no vale. Al final de una vida, cuando todo el daño esta
echo, para que pedir perdón. Eso también es un acto egoísta, porque pedimos perdón
para sentirnos nosotros mejor. Esperamos ese perdón, para quedar bien, con nosotros
mismos. Pero el yo, sabe que es mentira. Sabe que somos egoístas, pero miramos
para otro lado y seguimos con nuestra miserable vida.
Yo ahora, admiro a
mi madre. Una mujer que sí, que abuso de muchas cosas en la vida, pero esta puta
vida, se lo ha devuelto con creces. Y sigue ahí, preocupada por lo que me pueda
pasar, por cómo me encuentro. Ella, sí que está sola. Y a pesar de eso, siempre
está sonriendo, trasmitiendo alegría, aguantando el desprecio de su propia
familia y llorando en la soledad de su habitación compartida. En una residencia
perdida, de mi ciudad lejana. También llora con nosotros, pero es una forma de
decir, no os olvidéis de mí.
Dentro de todo,
tuve una infancia feliz. Sin padre, sin dinero, pero ella me transmitía su alegría.
Su forma de ver la vida es diferente, porque se la acusaba de lo que ahora está
de moda enseñar, vivir el presente. La acusamos de no haber mirado al futuro,
en cambio nos da una lección de vida, vivir el presente, como si no hubiera
mañana. Ella es una verdadera metafísica, una filosofa, que no presume de
serlo, sino simplemente “ES”.
Ahora en cierta
forma estamos juntos, tenemos la misma compañía. Te voy a decir algo, que
apenas te he dicho. Te quiero. Te quiero y gracias por ser quien eres y como
eres. Y no te pido perdón por haber hecho mía tu desgracia. No te pido perdón por
nada, pues no lo merezco. Y por que como padre, he aprendido una cosa, no
debemos perdonar a nuestros seres queridos, solo comprenderlos y olvidar.
El perdonar es un
acto de soberbia. El olvidar, es la forma más humilde que tenemos de perdonar.
Gracias mama, por
enseñarme, lo que no sé, pero si siento. Te quiero.
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