jueves, 8 de marzo de 2018

Los errores se pagan





Qué difícil es sobrellevar el peso de los errores. A lo largo de nuestra vida vamos cometiendo errores, uno tras otro. Que nos van haciendo o más sabios o más tontos. No sabemos reconocerlos o si lo hacemos lo maquillamos, para que no parezca tan grave. Cuando la verdad es una sola. Nos aferramos a tonterías por nuestro ego. Es difícil vivir sin saber que errores hemos cometido. Tendemos a justificarnos a nosotros mismos, cuando la culpa es solo muestra. El buscar la razón es lo esencial, aunque es mejor no buscar. Si podemos entrar en lo más profundo de nuestro ser y asimilarlo, estamos en el camino de poder enderezarnos. Vemos a los demás, como los culpables de problemas, que hemos ocasionado nosotros. Tendemos a defender cosas, sin saber la realidad, sin querer saber la auténtica verdad. Todo problema tiene una razón, es eso lo que tenemos que saber. El ser humano esconde cosas por miedo o por vergüenza. Pero es la naturaleza humana, la que nos hace intentar quedar bien. Y cuando tenemos alguien que nos puede tender la mano, lo despreciamos. Esa cosas que siempre buscamos y cuando lo tenemos nos olvidamos del trabajo que costó encontrarlo. Y cuando lo volvemos a perder, nos damos cuenta de lo estúpido que somos. Pero no pasa nada, porque lo volvemos hacer, una y otra vez. Entendemos los problemas que tienen nuestros semejantes y damos consejos. Pero no somos capaces, que reflexionar sobre los nuestros. Decía Aristóteles que el fin del hombre es buscar la felicidad. Pero yo creo, que es equivocarse el verdadero fin. Cuando en la iglesia vemos golpearse el pecho y decir por mi culpa, por mi culpa. Miramos al de al lado, por si la culpa es suya. Muchas veces no queremos ser felices, queremos seguir buscando.
La ciencia nos dice una cosa, la fe nos dice otra. El cerebro nos dice una cosa, el corazón nos dice. Pero aunque sepamos que están equivocados, no terminamos de despreciar la otra parte “por si acaso”.  ¿Qué es la felicidad? Si, son unas series de momentos. Pero realmente, ¿qué es? Es seguir buscándola, pienso yo. Pues la despreciamos tantas veces, que parece que eso.
En ocasiones nos encontramos desvalidos, indefensos. Y en cierta forma nos da placer el tener pena de nosotros mismos. Decía San Agustín, que el alma desordenada, lleva en su culpa la pena. La felicidad tiene algo de pena, para que parezca más alegre. Y algunos tienden, a enseñar al mundo lo felices que somos. Pero la felicidad, siempre depende de uno mismo. Muchas veces cuando estamos tristes, no es por ese momento, es por todas las cosas que podíamos haber evitado y no supimos hacerlo. Lo peor que nos puede pasar, es acostumbrarnos a estar triste. Ante unas palabras siempre un pero, ante un silencio la desesperación. Quien nos va devolver la vida que tiramos, quien nos va devolver los momentos tristes. Nadie porque ya eran nuestro. Mostramos nuestra sonrisa, para apagar durante un rato nuestra tristeza. No es lo mismo vivir, que estar vivo. De la primera forma lo estamos, de la segunda lo sentimos.
Se me olvido que te olvide,
se me olvido que te deje
Lejos muy lejos de mi vida.
Se me olvido que ya no estas.
Que ya ni me recordaras,
y me volvió a sangrar la herida.
Se me olvido que te olvide
y como nunca te encontré
Entre las sombras escondida.
La verdad no sé por que
Se me olvido que te olvide
Y a mí, nada se me olvida

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