Qué difícil es sobrellevar el
peso de los errores. A lo largo de nuestra vida vamos cometiendo errores, uno
tras otro. Que nos van haciendo o más sabios o más tontos. No sabemos
reconocerlos o si lo hacemos lo maquillamos, para que no parezca tan grave.
Cuando la verdad es una sola. Nos aferramos a tonterías por nuestro ego. Es
difícil vivir sin saber que errores hemos cometido. Tendemos a justificarnos a
nosotros mismos, cuando la culpa es solo muestra. El buscar la razón es lo
esencial, aunque es mejor no buscar. Si podemos entrar en lo más profundo de
nuestro ser y asimilarlo, estamos en el camino de poder enderezarnos. Vemos a
los demás, como los culpables de problemas, que hemos ocasionado nosotros.
Tendemos a defender cosas, sin saber la realidad, sin querer saber la auténtica
verdad. Todo problema tiene una razón, es eso lo que tenemos que saber. El ser
humano esconde cosas por miedo o por vergüenza. Pero es la naturaleza humana,
la que nos hace intentar quedar bien. Y cuando tenemos alguien que nos puede
tender la mano, lo despreciamos. Esa cosas que siempre buscamos y cuando lo
tenemos nos olvidamos del trabajo que costó encontrarlo. Y cuando lo volvemos a
perder, nos damos cuenta de lo estúpido que somos. Pero no pasa nada, porque lo
volvemos hacer, una y otra vez. Entendemos los problemas que tienen nuestros
semejantes y damos consejos. Pero no somos capaces, que reflexionar sobre los
nuestros. Decía Aristóteles que el fin del hombre es buscar la felicidad. Pero
yo creo, que es equivocarse el verdadero fin. Cuando en la iglesia vemos
golpearse el pecho y decir por mi culpa, por mi culpa. Miramos al de al lado,
por si la culpa es suya. Muchas veces no queremos ser felices, queremos seguir
buscando.
La ciencia nos dice una cosa,
la fe nos dice otra. El cerebro nos dice una cosa, el corazón nos dice. Pero
aunque sepamos que están equivocados, no terminamos de despreciar la otra parte
“por si acaso”. ¿Qué es la felicidad?
Si, son unas series de momentos. Pero realmente, ¿qué es? Es seguir buscándola,
pienso yo. Pues la despreciamos tantas veces, que parece que eso.
En ocasiones nos encontramos
desvalidos, indefensos. Y en cierta forma nos da placer el tener pena de
nosotros mismos. Decía San Agustín, que el alma desordenada, lleva en su culpa
la pena. La felicidad tiene algo de pena, para que parezca más alegre. Y
algunos tienden, a enseñar al mundo lo felices que somos. Pero la felicidad,
siempre depende de uno mismo. Muchas veces cuando estamos tristes, no es por
ese momento, es por todas las cosas que podíamos haber evitado y no supimos
hacerlo. Lo peor que nos puede pasar, es acostumbrarnos a estar triste. Ante
unas palabras siempre un pero, ante un silencio la desesperación. Quien nos va
devolver la vida que tiramos, quien nos va devolver los momentos tristes. Nadie
porque ya eran nuestro. Mostramos nuestra sonrisa, para apagar durante un rato
nuestra tristeza. No es lo mismo vivir, que estar vivo. De la primera forma lo
estamos, de la segunda lo sentimos.
Se me olvido que te olvide,
se me olvido que te deje
Lejos muy lejos de mi vida.
Se me olvido que ya no estas.
Que ya ni me recordaras,
y me volvió a sangrar la herida.
Se me olvido que te olvide
y como nunca te encontré
Entre las sombras escondida.
La verdad no sé por que
Se me olvido que te olvide
Y a mí, nada se me olvida
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